viernes, 14 de junio de 2013

El Vocero

Aún faltaba uno de los estudiantes por entregar su trabajo.

Todas las especies se adaptaban lentamente a su nuevo hogar. Les crecieron los dientes, engrosaron sus pieles, se llenaron de pelos, perdieron partes, buscaron padres adoptivos, mataron para vivir…

La lucha por la luz hacía pretender el cielo a los arboles, se hacían esbeltos. Unos se mudaron para los desiertos, demostrando así los cuidados tomados por su creador. Llegaban hasta la latencia esperando una lluvia que no llegaba.

Se oye un grito. El último trabajo ya nació; descubrió el fuego; subordinó las plantas; forjó el metal; creo las riquezas; se adueño del mundo. Los trabajos de todos los estudiantes le temen a Adán.

Pasaron las eras.

Todos los estudiantes estaban ansiosos reunidos en el salón a la espera del gran jurado. Muchos de ellos se lamentaban porque sus creaciones habían desaparecido. Entran los jueces y todos se ponen de pie. Luego de que el jurado toma asiento, todos hacen lo mismo. El vocero del gran jurado va a tomar la palabra. Busca con su dedo índice, como si leyera una lista en orden alfabético, en un voluminoso libro. Se detiene; levanta la vista hacia el público. Todos esperan ansiosos lo que va a decir.

“¡Levante la mano el que entregó un trabajo hecho a su imagen y semejanza y que firma con el seudónimo de Jehová!”, dice el vocero.
Dios levanta la mano en el fondo del auditorio.

“Reprobado”, sentencia el vocero.

Bernardo Rijo

No hay comentarios:

Publicar un comentario