miércoles, 25 de noviembre de 2009

La Sangre de Tiburón

- ¿Su Nombre?- pregunta la enfermera.
- Juan Rodolfo Santana.
- ¿Edad?
- Treinta y tres años.
- Pase a ese cubículo para tomarle la presión y muestras para hacerle algunos exámenes- le dice la enfermera.

Juan conocía de memoria la rutina previa a la extracción. Sabía que luego de sacarle sangre debía permanecer por espacio de un tiempo sin hacer esfuerzo de ningún tipo. Descansaba y cuando estaba listo para marcharse, pasaba por la caja con los papeles para cobrar el importe correspondiente a la pinta que le habían extraído.

Las manos de Juan temblaban. Eran las cinco de la tarde y aún no había ingerido ni una sola gota de alcohol, tampoco había comido nada sólido como lo indican las normas antes de someterse a estudios médicos. Acostumbra a comenzar a las once con una cervecita bien fría. Hoy fue remitido a la capital porque los equipos de la clínica rural en donde reside estaban defectuosos, además, el médico, conociendo su afición por la bebida aprovechó para indicarle exámenes más exhaustivos.

“Óyeme, pero este autobús va a pasar el día para recorrer los 45 kilometritos viejos que hay entre la capital y Baní”, piensa un poco nervioso Juan.

Los trabajos públicos para la reconstrucción de la carretera entre Baní y la capital crean tapones interminables. Lo que en condiciones normales toma cerca de una hora iba por dos y aún faltaban diez kilómetros para llegar. Juan comenzaba a no poder disimular su ansiedad. Su asiento es justamente el que está encima de los neumáticos traseros. El piso es mucho más alto y los pies quedan levantados. Al cabo de unos minutos de ocupar este lugar la presión del peso del cuerpo en las nalgas adormece sus piernas. El autobús estaba lleno, más bien abarrotado. Había gente parada en el pasillo de la puerta.

- ¿Que hora es?- pregunta Juan ansioso y sin ninguna cortesía a una señora sentada a su lado.
- Son las siete y diez minutos joven-responde la señora de unos sesenta años.

Cuando el autobús llega a su destino Juan se apresura a salir. No le importa que haya niños sentados en asientos delanteros con evidente derecho a salir primero. Pasa literalmente por encima de todo el mundo.

- ¡Dame un pote de Ron!- dice Juan tembloroso y sudado a Diómedes el bodeguero de su barrio.
- ¿Vendiste sangre hoy Tiburón? - pregunta Diómedes a Juan llamándolo por su apodo mientras alcanza la botella de ron añejo de su preferencia.

Luna de Miel

Tomados de la mano con la mirada perdida, la pareja de recién casados se dirige al hotel en donde pasarán su primera noche juntos. Los paisajes que através del cristal de la ventana del autobús brinda el camino, no tienen significado alguno para ellos. Nada puede ser más hermoso que estar el uno junto al otro.
Un salto generado por las condiciones del camino, saca a los enamorados de su aparente letargo.
- Verás que bien la pasaremos- dice Víctor. – Esta noche el Brisas de Sabana de la Mar, te sorprenderá. Está recién construido. Desde sus balcones podremos ver la bahía más bella de toda nuestra isla.
- No sigas amor, los deseos de llegar y estar contigo en ese paraíso me tienen como una niña ante una promesa de playa en domingo- dice Katia emocionada.
- Buenas noches, necesitamos una habitación.
- ¿Por cuanto tiempo?- pregunta el recepcionista.
La entrada del hotel con sus exuberantes jardines confirma a Katia lo extraordinario del lugar a donde la había llevado Víctor. El reloj de la recepción marca las ocho y cuarto. Katia y Víctor estaban cansados, querían cenar e irse a dormir para temprano al otro día seguir su idílico viaje hacia Samaná, del otro lado de la bahía.
- ¿Qué pasa con el servicio de energía?- pregunta Víctor.
- Tenemos algunos inconvenientes con el suministro- contesta el joven de la recepción. – Nos informaron que se restaurará en veinte minutos, disculpen los inconvenientes.
- Mi amor, no hay agua en la ducha- dice Katia.
- No funciona el teléfono, bajaré a la recepción, espera un minuto- dice Víctor.
La joven esposa no se altera, quiere estar presta para dedicarse a su amado.
- ¿Qué pasa con el suministro de agua?- pregunta Víctor.
- Si no hay energía no hay agua- responde simplemente el encargado. –Lo resolveremos inmediatamente.
El recepcionista hace señas y el botones desaparece por unos minutos. Retorna con dos cubetas llenas de agua y pregunta a Víctor el número de habitación.
- ¡Dios mío!- dice Katia.
- Me prometieron que en 15 minutos todo volvería a la normalidad- agrega Víctor sólo para calmarla.
- Tenemos camarones y pollo frito- dice el joven que llevó el agua a la habitación, ahora camarero, presto a tomar la orden.
Eran los únicos en el restaurante. Se miraban y pensaban en terminar para irse a su habitación y estar finalmente solos.
- ¿Falta mucho para traer el pedido?- pregunta Víctor al camarero.
- No, no, señor, ya viene.- responde sonriente.
Ya en la habitación, se dedicaron a ellos mismos. La energía eléctrica no había llegado para el momento en que el sueño y las caricias los habían vencido.
- Cariño, qué lindo amanecer- dice Katia al contemplar los rayos de sol penetrar a través de los ventanales.
La enamorada camina hacia el balcón para confirmar la belleza de la bahía. Esos primeros rayos la habían impresionado.
- ¡Víctor, Víctor, ven a ver esto!- llama Katia de manera insistente.
- ¿Qué pasa mi amor?- responde.
- Hay una vaca bebiendo dentro de la piscina. Está casi vacía y el agua es verde. ¡Ven a ver!

La Guerra de Abril

“La colina nos protege, no pueden vernos, eso nos da la ventaja que necesitamos. Si logramos llegar a ese punto tomaremos la delantera y los venceremos, no son más astutos que nosotros, además, están cansados” piensa la teniente algo nerviosa.

La contienda lleva dos días de haber iniciado. Los soldados, confiados en la astucia y valentía de su teniente, están esperanzados en alcanzar el punto estratégico que les daría la victoria.

- ¡Soldado, diríjase hasta aquel árbol, cuando esté allá háganos señales para indicarnos la organización del enemigo, cuántos son y cómo están distribuidos! ¡Recuerde que cuentan con franco tiradores, no se levante a más de 40 cm!- ordena la teniente.

- Si mi teniente- responde con aparente valentía.

El soldado se desplaza como una rana hasta llegar al árbol. Algunos disparos le hicieron pensar que ese sería su último día; no tenía ninguna experiencia; nunca había participado en nada parecido. En la academia, los fusiles no tenían balas verdaderas. Llega al árbol. Es una caoba centenaria de más de un metro de grosor en donde encuentra protección. Saca sus binoculares y comienza a hacer señales para cumplir la orden de la teniente. De repente se vuelve y pega su espalda contra el árbol. La teniente, con su catalejo lo ve respirando entrecortado. Protegido por el árbol, con sus binoculares en la mano derecha, no muestra señales de querer seguir observando y cumplir con su misión. La teniente comienza a preocuparse, desearía que el soldado siguiera informando, pero éste luce petrificado. Los disparos continúan. El soldado cae abatido. La teniente comienza a temblar cuando ve a cientos de soldados enemigos marchar hacia su escuadrón. Los ve sin miedo pasar, fusiles en mano, justo por el árbol en donde yace el soldado.

“Están demasiado cerca. ¡Retirada, retirada!”, grita la teniente.

- ¡Abril, Abril, despierta, hoy es tu primer día en la academia, debes prepararte!

- ¡Eh, eh!

- Estoy seguro de que seguirás la tradición de la familia, serás generala, lo presiento. ¡Vamos hija mía, levántate!- dice el padre lleno de orgullo por el futuro militar de su hija.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Un Punto de Soldadura

Los ingenieros notaron una diferencia entre los galones comprados y los vendidos y decidieron advertir al departamento de seguridad para que abrieran una investigación ya que sus cálculos arrojaban dudas sobre el manejo dado por el personal a la mercancía comercializada por la empresa.

- Alo! Píndaro! Vi un tipo raro cuando estaba llenando esta mañana antes de salir a mi ruta de la zona Sur. ¿Crees que se dieron cuenta? El hombre no se despegaba del medidor.

- ¡Que va muchacho, no creo! Recuerda que siempre se pierde algo cuando se maneja el gas. Además, el camioncito de nosotros no coge muchos galones- le contesta Píndaro al chófer de camión y cómplice dentro de la compañía El Gas Morao, con intención de calmarlo.

- Como sea, vamos a hacer este último trabajo y nos paramos por unos meses a ver como se comporta el asunto- observa David.

- Está bien, te esperaré como siempre en el cañaveral del ingenio Caei, mi gente me espera con la mercancía. Mira bien que no te vayan a seguir- dice Píndaro.

- Ok, nos vemos como a las 11:00, bye!

David encendió su camión tanquero y procedió a iniciar su ruta camino al Sur.

- Ok, ok, páralo ahí, no le eches más, ya van 165 galones, recuerda que no podemos exagerar- dice Píndaro a David.

- Está bien, dame el dinero y váyanse rápidamente, tengo que seguir, estoy un poco retrasado- dice David a Píndaro y su ayudante.

Luego de la partida de David, Píndaro nota un pequeño escape en el tanque adquirido hace un año en un depósito de chatarra.

- Eso no es nada, vamos a donde Catarrón para que le de un “puntico” de soldadura- dice Gerson a Píndaro.

Catarrón, con su equipo listo pregunta a Gerson en donde está el escape y procede, luego de engancharle la “tierra” al tanque para cerrar el circuito, a ajustarse la careta y dar el punto de soldadura que sellaría el escape.

- ¿Papá, escuchaste esa explosión?

- Si hijo, creo que son los fuegos artificiales en la inauguración de la escuela para técnicos medios entregada hoy por el gobierno al pueblo de Yaguate- contesta el padre.

domingo, 1 de noviembre de 2009

La Pareja

- ¡Ya está dormida, ve y chupa su sangre!- le pide el macho a su compañera.

Vienen juntos desde el estado larval que vivieron en el agua apozada en una goma de camión abandonada en un patio. Zigzagueaban el uno tras el otro en un ritual sin fin que dio origen al amor responsable de su unión.

- Sí mi amor, no podemos esperar más, el fruto de nuestro amor la necesita- observa la hembra.

La pareja, luego de pasar a la edad adulta, decidió no vivir más en el patio sino en el interior de la casa y así usar a sus habitantes como fuente para garantizar la continuidad de su especie.

- Cariño, encontré un estanque con un agua cristalina, me gustaría que me acompañaras y lo vieras- dice el macho.

- ¡Muéstramelo! La hora ha llegado- pide la hembra algo inquieta.

El macho lleva su pareja al estanque de color azul turquesa que resalta la claridad del agua. Es un espacio más claro, más amplio y lleno de luz.

- ¿Qué dices amor?- pregunta el macho.

- Es fantástico, tu elección ha sido única, parece algo celestial. Te quiero- dice la hembra fascinada ante el descubrimiento de un agua y entorno tan límpidos.

La hembra deposita una camada de huevos en la superficie del agua y junto al macho deciden contemplar el desarrollo de sus 150 futuras crías. Las horas pasan y la pareja, en éxtasis, contempla sus frutos desarrollarse en un ambiente para nada parecido al vivido por ellos y sus ancestros.

- ¡Ve a bañarte Carla- dice la madre. – Son las seis de la tarde y aún no has hecho las tareas.

La niña, de nueve años, entra al baño con su toalla rosada. Piensa en la tarea sobre la reproducción del mosquito Aedes Aegypti mientras manipula la ducha para lograr la temperatura de su agrado. Cuando termina, al salir, le parece ver en la superficie del agua clara del inodoro azul turquesa una minúscula mancha parecida a una pizca de hollín.

- ¡Carla, no me dejes nada mojado ahí dentro, lo quiero todo seco para cuando termines- dice la madre. – ¡Ah, y que no se te olvide descargar el inodoro!